Hola Oklahoma

 

¿Hasta Cuando?

 

February 01, 2019
¿Hasta Cuando?

Por Nohora Chandler (*)



Pareciera que la situación de los venezolanos no tiene fin. Pasan los meses y hasta los años y nada mejora, por el contrario, todo empeora y estamos viendo lo inconcebible.  Millones de venezolanos lo abandonaron todo, ¡TODO! porque no pudieron resistir la crítica situación social y económica de su país. 

Como colombiana puedo decir que esta crisis de los venezolanos también nos duele a los colombianos, no sólo porque somos hermanos y vecinos, sino porque socialmente nos tocó recibir el impacto de la inmigración masiva. Colombia es la vecina a la que se va a pedir una “tacita de azúcar” en momentos de escasez.

Escuché la historia de una mujer que se llevó a sus tres hijos y a cinco niños vecinos a caminar por 9 horas para encontrar comida en la ciudad colombiana más cercana, y en la noche regresó a su casa nuevamente después de caminar 18 horas en un día, solo para tener una comida para ella y los ocho niños.

Dentro de lo inconcebible está la imagen de un vendedor callejero tejiendo bolsas o carteras con cientos de billetes venezolanos para venderlas, o regalarlas porque ese dinero ya no tiene ningún valor. La inflación de Venezuela es tan descabellada que se necesitaría trabajar un mes para comprar una aspirina.

Conseguir comida no es un reto para muchos sino un imposible para la mayoría, por eso se fueron. Toda Latinoamérica tiene hoy venezolanos que buscaron refugio para sobrevivir al gran desastre que ocasionó el gobierno de Maduro.

Algunos presidentes abrieron sus puertas incondicionalmente, les ofrecen vivienda y alimentación, otros restringieron la llegada de venezolanos.

Hace dos décadas Venezuela era otra, un país que vivía bien gracias a su petróleo. Los lujos y el dinero de los venezolanos eran la envidia de sus vecinos y por ello muchos fueron a ese país a buscar mejores oportunidades. Los colombianos también fueron y hoy están devolviendo el favor.

Esta crisis ha llevado a despertar la solidaridad, y la bondad de muchos colombianos que ante la apabullante ola de personas llegando a pueblos y ciudades decidieron abrir sus puertas para alojar y alimentar personas que estaban viviendo en la calle.

Cuando escucho las historias de mis compatriotas ofreciendo una mano a estas personas sin hogar y sin trabajo, lo que hacen es retribuir el apoyo que un día ellos ofrecieron a los colombianos.

Sin embargo, no todo es solidaridad. La queja más frecuente en los países vecinos es que los nuevos visitantes se ofrecen a trabajar por la mitad de un sueldo normal y se están quedando con los pocos trabajos disponibles. Incluso han invadido las calles con ventas ambulantes o callejeras y con ello fomentan el caos en algunas ciudades por la incapacidad que tienen las autoridades para controlar las ventas informales.

También los acusan de provocar situaciones de orden público y hasta de asesinatos. En fin, la emigración en masa trae los mismos problemas en todas partes sin importar el nombre del país, sino pregúntenle a Francia que ha recibido y acogido a miles de desplazados de la guerra.

La situación da para todo, hasta para el humor. En un partido de futbol reciente entre Colombia y Venezuela me cuentan que en muchas ciudades de mi país se escuchaban más los gritos y celebraciones de los goles venezolanos que los de los colombianos. En fin, roguemos a Dios para que pronto Venezuela pueda recuperar la esperanza y todos puedan volver a su país en otras condiciones.

 

 (*) Nohora Chandler es una periodista colombiana que reside hace muchos años en Oklahoma.

Foto: Síntesis