Enemigos del Pueblo
Por: Carlos
Ortiz
La semana
pasada una captura que parece ser solo la punta de un peligroso Iceberg que
pende sobre la seguridad y la vida de un sector del país.
Se trató
del encarcelamiento de Christopher Hasson, un teniente de la Guardia Costera de
los Estados Unidos que fue capturado con un impresionante arsenal y,
supuestamente un plan para terminar la existencia de un gran número de
políticos, periodistas y personalidades con un denominador común:
Son
opositores al presidente Donald Trump.
La
aprensión de este declarado Supremacista Blanco no mereció, por supuesto, el
más mínimo comentario del 45avo ocupante de la Casa Blanca.
No la más
mínima crítica en su fluyente asedio diario a través del Twiter.
Esto es
solo un eslabón más en la larga historia de reacciones de gente extremista.
Frente a las diarias acusaciones que el Presidente hace de quien ose criticarlo
o criticar a su familia, empresas y sus políticas.
Trump ha
declarado cientos de veces que la prensa que lo critica es el verdadero
“enemigo del Pueblo”.
Una frase
usada comúnmente por dictadores históricos como Stalin para restarle autoridad
moral a la oposición a sus gobiernos.
El
Presidente parece no haber encontrado aún el freno o el decoro suficiente para
bajarle el tono a sus declaraciones cuando le embarga la rabia por no recibir
el trato que cree merecerse.
No parece
acabar de darse cuenta del poder de sus palabras y sus críticas lapidarias.
Cuando
Trump señala a los enemigos, con los que dice estar “en guerra”, miles de sus
más encarnizados seguidores creen escuchar una orden. Después de todo el fue el
primero en la historia electoral de este país que tuvo el descaro de
recomendarle a sus seguidores que les den palizas a los opositores infiltrados
en sus manifestaciones, añadiendo que el estaría satisfecho en correr con los
gastos legales que implicaría que alguien escuchase su llamado a la acción
física.
El poder de
la palabra, especialmente cuando se tienen millones de seguidores es muy
peligroso y muchas veces en la historia han llevado a las sociedades a las más
catastróficas conflagraciones.
Muchos
dicen hoy que si el Presidente sigue en este camino o sigue del todo en la
presidencia de los Estados Unidos, es solo cuestión de tiempo el que algunos
fanáticos pasen de la retórica, de los planes a la acción.
Como en el
caso de este personaje, nacido en los Estados Unidos y acusado de terrorismo
interno.
El problema
de incentivar la violencia desde las esferas más altas de gobierno de un país
es que muy pocos creen que tendrán que pagar por los actos violentos a los que
fueron incitados.
Por eso es
tiempo de que los Republicanos responsables, a nivel nacional y aquí mismo en
Oklahoma, comiencen a razonar en las consecuencias de seguir apoyando a quién
hace ese mal uso del poder, que no va con los principios Republicanos, humanos,
americanos y mucho menos cristianos.
Aquí nos
viene a la cabeza la imagen del Senador James Lankford, quien parece ser -por su
identificación cristiana- el llamado a iniciar un movimiento en favor del
retorno de la dignidad a su partido, que debió haber comenzado el mismo día en
que escucharon semejantes lisuras de boca del propio entonces candidato
presidencial Donald Trump.
Porque no
hay nada más anticristiano que uno se jacte de agarrar a las mujeres de su sexo
por el hecho de tener dinero y poder.
Lo demás
sólo sería una hipocresía política.