Hola Oklahoma

 

Comunión de Sangre

 

April 19, 2019
Comunión de Sangre


Por: Carlos Ortiz



Hoy 19 de abril -día de publicación de este ejemplar- se cumplen 24 años de la explosión de la Bomba en el edificio Federal Murrah de la Ciudad de Oklahoma donde perdieron la vida 168 personas, entre ellas siete de ascendencia hispana.

Para quienes vivimos por esa cantidad de años y más, esa fecha vivirá como un antes y después de nuestras vidas de inmigrantes en Oklahoma.

A las 9 de la mañana nos encontrábamos en los salones de clases de la Escuela Alternativa Emerson High School. A nuestro cargo se encontraban las madres-estudiantes cuyos bebés todos engreíamos en los salones de cuidado infantil.

También se encontraban los estudiantes que habían sido referidos por cuestiones de conducta y aquellos hispanos que habían llegado a Oklahoma City cuando ya se habían iniciado las clases-

Nuestro trabajo era constantemente supervisado por la directora Ann Allen, no por desconfianza en el manejo educativo de los jóvenes, sino más bien por una extraordinaria simpatía que esta educadora sentía por nuestra comunidad.

Éramos como una familia y de ello pueden dar testimonio hoy muchos adultos que pasaron por esas aulas.

Pero regresando a ese fatídico día, recuerdo mucho estar en el segundo piso, dándole frente al lado este de la calle, mirando al edificio Regency, la única construcción mayor entre el lugar de la bomba y nuestra escuela.

Emerson está ubicada a poco menos de tres cuadras del edificio federal Murrah, donde en esos momentos seguramente se estaba estacionando el asesino con su carga letal.

A la 9.02 minutos de esa mañana el estallido oscureció la mañana, envolviéndola en polvo, llanto, gritos y un poco de sangre.

Los vidrios de las ventanas habían implosionado y muchos de ellos alcanzaron a nuestras niñas en el rostro.

Para entonces la desfiguración de los planos visuales durante la explosión me recordaron todas las bombas sentidas en mi país, durante la guerra interna contra el terrorismo de Sendero Luminoso.

Especialmente una que explosionó a muy pocos metros de nuestra oficina en el 6to piso del Ministerio de Economía de LIma..

Esta explosión me recordó a la otra.

“No, esto ha sido una bomba”, le dije a una de las maestras que temía como muchos que las líneas de gas hubiesen explotado y que pudieran seguir explotando.

Mientras tanto la ciudad entera trataba de reaccionar ante lo desconocido y la pita se rompió inmediatamente por el lado más débil.

Alguien inició la volada de que habían sido terroristas islámicos y la furiosa reacción de algunos no se hizo esperar. Hasta hoy resuenan en mis oídos las noticias de que en algunos lugares se había intentado atacar a gente y familias con apariencia de ser procedentes del Oriente Medio.

Con la detención de Timothy McVeigh la serenidad llegó y el largo proceso de curar las heridas comenzó

En lo personal escribí muchos artículos y comenté para radio y televisión de muchos países de Latinoamérica y en mucho de ellos me referí a la presencia Hispana como la Comunión de Sangre de nuestra comunidad, con la que adquirimos ciudadanía completa en nuestra nueva tierra.

Los hispanos no solamente se contaron entre los muertos, entre los que recuerda con mucho cariño al Pastor Gilberto Martínez quien falleció junto a Emilio Tapia, un inmigrante al que había acompañado esa fatídica mañana a sacar su tarjeta del Seguro Social, que entonces atendía en el edificio Murrah.

Allí también falleció Zachary Taylor Chávez, un niño de la familia Hernández, propietarios de la famosa Cas Hernández, una de las primeras tiendas hispanas de la Ciudad.

También estuvimos entre quienes contamos la historia al mundo, entre los que ayudaron con el rescate y la remoción de los escombros. Entre quienes con los años reconstruyeron una nueva Oklahoma.

A todos ellos mi sentido homenaje, como Testigo de la Barbarie, el titular de mi informe para la revista Caretas de Lima Perú, en Abril de 1995.