Hola Oklahoma

 

¿Por qué lloran los viejitos?

 

July 14, 2019
¿Por qué lloran los viejitos?

Por: Carlos Ortiz

La semana pasada me hallaba en la sala de un Hospital, repleta de pacientes en espera de atención.

La mayoría de ellos era de mi edad o incluso mayores que yo. Eran pues, en su mayoría, viejitos.

Tratando de copar con el aburrimiento, me puse a observar ese cuadro de naturaleza humana y en muy pocos segundos mi mirada se centró en un hombre encorvado sentado a pocos metros de distancia.

Una lágrima trataba de hallar su camino en una cara llena de arrugas, como las aguas de las acequias tratan de regar los campos de cultivo. Despacio, sin que nadie excepto yo, se dé cuenta.

No quejas, no movimiento excepto por su mano temblorosa.

La mujer, sin mirar sus lágrimas, lo acomoda en la silla para que esté derecho. Para que no de lástima.

La lágrima llega hasta la mejilla y se pierde, desaparece.

¿Por qué lloran los viejos, a veces sin que ellos mismos se den cuenta?

¿Será la tristeza acumulada en todos esos años de existencia que no conocemos?

¿Tal vez los recuerdos de gente que ya no está y en la mente de esos viejos caminan y viven como lo hacían en la vieja casa del Parral, de la jaula con las palomas pechudas y gruñonas?

Cuando el camino se hace cada día más corto, los viejitos no lloran, se les escapan las penas. Se les desahoga el alma con más facilidad.

Y mientras la gente se aburre de sus dolores, de sus lágrimas y de sus quejas -especialmente en un hospital- los viejitos sonríen en medio de su llanto.

Deben ser los saludos de aquellos que danzan en su mente y no veían hace tiempo. Deben ser las caricias de la madre, que las siente como cuando eran niños y el olor de su padre, recién bañado y acicalado listo para ir a trabajar.

Las lagrimas de los viejos no son por desesperado dolor. Estoy seguro de que esperan resignados su destino. Sus lágrimas son por la pena ajena que deberán sentir aquellos que se queden, cuando ellos ya no.

En mi país o en el suyo, hemos visto millones de viejitos con lágrimas en los ojos que nunca pudimos entender. A lo mejor en esos países tenemos más libertad de llorar sin que te pregunten por qué.

En este país de grandes oportunidades y de mucha riqueza material nos hemos olvidado del cuidado de una generación de hispanos de la tercera edad destinados a sufrir sus últimos días en la soledad del inmigrante, que de viejos no compensan, ni siquiera una televisión de 70 pulgadas conectada a Netflix y 10 proveedores de sueños más.

Los que nos trajeron y abrieron las puertas para nosotros no deben quedarse solos en esas sillas del olvido. Ni aburrir a quienes dicen amarlos.

La vejez de los hispanos en Oklahoma es un tema que todavía no hemos comenzado a tratar, seguramente porque es uno que cuesta dinero y tiempo, que es una cosa que los políticos no tienen.

Tiempo que seguramente tampoco lo tiene el viejito de la lágrima cumplida.

Sonó un nombre en el altavoz y él se levantó con dificultad.

Y yo seguí esperando que llamen el mío…