¡Qué Dios nos proteja!
Por: Carlos
Ortiz
Estamos
viviendo uno de los momentos más difíciles de la historia de la humanidad y de
la forma como reaccionemos depende nuestro propio futuro.
Esto no es
un juego y a nadie se le puede acusar ya de exagerados, como si se puede acusar
hoy a los que se niegan a actuar, de irresponsables.
La Pandemia
del Covid-19 es hoy un monstruo real que amenaza no solamente a los ancianos
como se creía, sino a toda la humanidad.
Cada día
aprendemos más, no solamente de ese pequeño gran monstruo, sino de nosotros
mismos, de nuestros líderes.
Cuando yo
me di cuenta de la situación en la que nos encontrábamos, me prometí a mi mismo
tratar de seguir las direcciones del presidente. Dejar de lado las antipatías
que me hayan podido causar su notorio racismo y reconocerlo una vez más como el
presidente de todos los norteamericanos.
Lo prometí.
Lamentablemente,
desde la negación de que esto era una realidad, hasta el diario desafío a la
verdad con el que nos marea como vendedor de cebo de culebra, pasando por su
presentación para tratar el delicado tema vistiendo su grotesca gorra roja, me
volvieron a la realidad.
Una
realidad que nos ha dejado en las manos de los gobernadores -solamente algunos-
y mayormente de los alcaldes para saber qué hacer.
Esta era la
oportunidad del presidente para erigirse como el unificador, como el gran
hombro en el que una nación entera llore su desgracia y prefirió no hacerlo.
Pero, en
fin, después de casi cuatro años ya sabemos que no podemos esperar mucho, aun
en medio de la peor de las desgracias que haya vivido nuestra generación.
Lo que nos
queda por hacer es escuchar a nuestro alcalde y seguir al pie de la letra sus
indicaciones.
Los
hispanos de Oklahoma debemos respetar las leyes y no vivir en una constante
charada.
El fin de
semana pasado han sido numerosas las voces de protesta porque hay quienes
todavía creen que esto es un juego y no solamente celebraron fiestas, sino que
otros más desafiantes atendieron -según denuncias en las redes sociales- al
público en locales no autorizados.
Los
inmigrantes hispanos sabemos de sacrificios y estoy seguro de que, cuando la
tormenta pase, seremos los primeros en ser llamados para reconstruir nuestras
vidas y reconstruir Oklahoma, como ya lo hicimos después de la bomba de hace 25
años, del ataque a las Torres gemelas y de cuanto Tornado nos quitó vidas y
esperanza.
Los
hispanos mientras tanto debemos ser un ejemplo para nuestros hijos y nuestra
sociedad.
Debemos
acatar las leyes y estar prestos a ayudarnos mutuamente y a todo aquel que nos
necesite.
En lo
personal, debo manifestar que encima de todas las penurias, este monstruo bien
podrá quitarnos lo poco que tengamos y acabar con nuestra empresa, pero jamás
logrará doblegarnos, ni hacer que nos rindamos.
Si el fin
ha de llegar, que nos encuentre de pie, luchando por nuestros hijos, nuestros
padres y nuestra familia.
Y la única
manera de emprender esa lucha ahora es quedándose en casa, reflexionando sobre
cómo viviremos el resto de nuestras vidas aquellos que tengamos una segunda
oportunidad.
Qué Dios los bendiga y proteja sus hogares.
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