No bueno, señor Trump...
Por: Carlos Ortiz
Dicen que
los tiempos difíciles, las grandes tragedias revelan lo mejor y lo peor de los
seres humanos.
En medio de
esta pandemia, es reconfortante ser testigos día a día del heroísmo de miles de
trabajadores de la salud, policías, choferes de camiones, trabajadores de
supermercados, en fin, la lista de héroes es larga.
Pero
también revela nuestros peores males, como individuos y como sociedad.
Como, por
ejemplo, el terrible castigo que este gobierno le aplica a los indocumentados,
en medio de la pandemia que nos estremece a todos por igual.
El gobierno
de un partido que se dice a si mismo temeroso de Dios, va a permitir que millones
de seres humanos, padres de familia, niños, viejos, trabajadores y incapacitados
sufran, nos solo los efectos de esta maldita enfermedad, sino el hambre y el
desprecio económico.
Ellos no
son considerados para recibir ningún tipo de apoyo económico. Cero. Nada.
Gigante
hipocresía de una sociedad encabezada por un presidente que dicta estas leyes
con cara de desprecio por los inmigrantes de color marrón, y políticos de todos
los niveles y de todos los colores que permiten que esto pase sin una gota de vergüenza.
Paradójicamente,
los tomates de la ensalada que el Señor Trump y el Señor Pence -que tanto ama a
nuestro creador- comerán durante su dorada cuarentena, habrán sido cosechados
por manos morenas de inmigrantes que seguramente, como lo saben ellos y el 90%
de este país, son indocumentados.
En momentos
como estos y durante esta cuarentena que hace hervir nuestros pensamientos y
exacerba nuestros sentimientos, me da una profunda rabia el ver esta injusticia
y quiero combatirla con las únicas armas que tengo: Mis palabras, aunque se
vayan al vacío de la indiferencia de un público que en la internet más se emociona
con un par de piernas de cualquier tipo o por las banalidades del poder.
No es
justo, señor presidente, que los que tenemos la suerte de tener esos papeles
ansiados, disfrutemos del salvavidas económico, mientras miles de nuestros
hermanos vayan a sufrir viendo a sus hijos pasar hambre y – Dios no lo quiera-
hasta morir en el país más rico del mundo.
No es justo
que ellos sean precisamente los obreros que siguen trabajando para salvar lo
que queda de la economía, los asistentes de la salud que exponen su vida por salvar
la de los que si tienen papeles y los que llevan y traen nuestros alimentos por
las carreteras del país, solo por nombrar las una y mil ocupaciones en las que
trabajan sin detenerse gran parte de esos casi 11 millones de indocumentados
condenados por ustedes.
No es justo
que nuestra propia gente se haga de oídos sordos y de la vista gorda sabiendo
lo que nuestra gente se prepara a sufrir.
No es justo que sean tantos los hispanos que creen en ese partido político y no digan una sola palabra para defender a nuestra gente.
Porque, así como cuando se crucificó a Cristo, no solo fueron culpables los que lo pusieron en la cruz, sino los que lo ordenaron y los que callaron, así la historia un día juzgará a quienes, durante la peor crisis humana de la historia moderna, condenaron a millones al hambre, por sus papeles, mientras dejaban de salir de las cárceles a cientos de criminales, por cuestión de humanidad en los tiempos del Coronavirus.