Inmigración: 30 años de debates
Por Maribel Hastings y David Torres
America’s Voice
Llevamos más de tres décadas siguiendo los debates
migratorios en Estados Unidos con sus triunfos, fracasos, promesas y la eterna
espera de una solución humana y justa.
Ha sido un viaje
informativo, formativo, reflexivo, histórico, e incluso filosófico y humanista.
Pero también ha contenido una dosis bastante alta de frustración al confirmar
todo el tiempo cómo la política —y más que esta, los juegos de conveniencia
política— echan por tierra una y otra vez las esperanzas de millones de seres
humanos en un país que ha sido su única tabla de salvación.
Ahora nos encaminamos
hacia otro de esos debates. Pero este es especial por tratarse de un esfuerzo
tras el fin de la presidencia de Donald Trump, una de las más antiinmigrantes
en la historia de esta nación.
Sin embargo, en este nuevo esfuerzo en la presidencia de Joe Biden resurgen los mismos y cansados viejos argumentos, particularmente de la oposición republicana, sobre “amnistías” y premios a la “ilegalidad”. Es decir, las mismas excusas convertidas en “estrategias” que no tienen otro fin que el rechazo al “otro”, a su exclusión sobre todo racial.
Y del bando demócrata
comienzan a escucharse también sus mismos “argumentos”: que si no se puede todo
a la vez, que si hay que ir por partes, que tenemos mayorías en el Congreso
pero son estrechas y necesitamos republicanos, etc., etc… Es decir, son
igualmente excusas que van extendiendo más y más un discurso gastado que suena
a “esperanza”, sí, pero que a la postre se diluye y se convierte solo en un
cúmulo de buenas intenciones que a nadie le sirve, sobre todo no a los
inmigrantes, ni a sus familias.
Por otra parte, están
los grupos de presión, los antiinmigrantes y los proinmigrantes .
Los grupos proinmigrantes,
es cierto, luchan por una causa común, pero también tienen diversidad de
opiniones sobre cómo conseguirla y no siempre están de acuerdo entre sí. Eso,
por supuesto, también ha incidido en la ausencia de una solución definitiva a
la regularización migratoria de millones.
Y en esas circunstancias aún nos encontramos, en pleno Siglo XXI.
De
manera que invariablemente el debate migratorio provoca flashbacks de dilemas pasados. Es
inevitable, y hasta cierto punto comprensible, pero sería inexcusable que la
comunidad inmigrante no vea una solución real tras el martirio vivido durante
los cuatro largos años de la presidencia de Trump, tras probar una vez más en
medio de la pandemia el valor de su trabajo, y luego que sus familiares,
amistades, su comunidad acudieron a las urnas abogando por un cambio de mando.
¿No es tiempo ya de
cambiar de perspectiva y poner los pies en la tierra en función de los
múltiples beneficios para este país de inmigrantes de contar con un segmento de
población que ha hecho todo por integrarse y adaptarse, contribuyendo sin
rechistar al engrandecimiento de esta nación? Han servido en las Fuerzas
Armadas; han alimentado a este país literalmente con sus manos trabajando en
los campos estadounidenses; han pagado miles de millones de dólares en
impuestos sin la garantía de reembolso alguno; han enfrentado como muchos otros
esta pandemia en la primera línea de combate, y también han resistido todas las
humillaciones, acusaciones y ataques por su condición migratoria durante la
xenófoba administración pasada.
También es
inexcusable la retahíla de pretextos para la inacción. Honestamente, ¿a quién
le importa lo que diga un desacreditado Partido Republicano controlado por
Trump que ni siquiera tiene la decencia de reconocer el papel del expresidente
en el asalto a la democracia, que provocó siete muertes, y que con sus acciones
sigue validando la mentira del “fraude” electoral?
Por su parte, los
demócratas tienen que asumir que controlan el Congreso y la Casa Blanca. Pero
como en oportunidades previas, parecen no saber utilizar el poder ni el mandato
para impulsar causas justas.
Ya no hay tiempo para
esos titubeos ni cálculos partidistas: la madurez política de los inmigrantes
es un hecho en este siglo, y esa nueva categoría de análisis tiene que servir
de base para empezar a cumplir. Ahora sí.
Ganaron. Asuman su poder.
Sean creativos. Impulsen medidas beneficiosas para la comunidad inmigrante y,
por ende, para el país. Las aportaciones y los beneficios de la inmigración son
harto conocidos. Son demasiados años de promesas incumplidas —o cumplidas a
medias—, y de señalar a los republicanos como culpables de la inacción. Sí, lo
han sido, pero eso no es excusa. No pueden ponerse al mismo nivel de sus
rivales. Supérenlos con medidas históricas que abran un nuevo sendero que
reivindique lo mejor de la condición humana.
En otras palabras, en
elección tras elección las comunidades de color han dado la cara y los han
catapultado al triunfo. Es hora de compensar tanto apoyo, tanta espera y tanta
paciencia. Recuerden: la última amnistía fue hace 35 años.
Por su parte, las
organizaciones proinmigrantes deben centrar y unificar sus esfuerzos en lograr
que esas promesas esta vez realmente se cumplan dejando de lado los diferendos
que puedan tener. Las estrategias se ajustan según las necesidades a la mano.
No siempre los planetas se alinean, y ha quedado probado en la historia
reciente que aunque los demócratas controlen la Casa Blanca y ambas cámaras del
Congreso, la reforma migratoria no siempre ha salido beneficiada. Al contrario.
Ocurrió con Barack Obama. Y luego llegó Trump.
De
manera que hay que aprovechar el momento favorable y presionar, presionar,
presionar para que este déjà vu del
debate migratorio tenga un final diferente y, ahora sí, feliz.