El Exito
Por: Carlos Ortiz
Recuerdo
que hace muchos años sostuve una conversación más o menos interesante con un periodista
amigo.
De las
muchas cosas que hablamos en esa tarde aderezada con algunos cocteles en los
jardines de un hotel en los suburbios de Lima, hay una que todavía recuerdo con
particular precisión.
El éxito no
se alcanza, me dijo el personaje de marras.
El éxito se
lo arrebata uno a la vida; no se gana, se conquista; no es un premio, es una recompensa,
me dijo casi con delirio.
Y yo me
quedé pensando en ello, por muchos años. A lo mejor muchos.
Hoy al revisar
estas memorias creo que recién entiendo el verdadero significado de lo que me pareció
entonces una pedantería juvenil.
Y es que a
veces en la vida uno tiene que imponerse ante las fuerzas contrarias con valor,
con decisión y mucho coraje.
Pero… ¡Cuidado!
Jamás hay que confundir el éxito con el dinero, las conquistas o las
recompensas.
Esos son
solo algunos de los logros en el camino hacia el verdadero éxito.
Nada de
ello te podrá salvar de las desgracias, de las enfermedades, de la traición y
del olvido.
El
verdadero éxito radica pues en algo mucho más complejo.
Una persona
tiene éxito, cuando todos los logros pasajeros son simplemente eso y cuando el
ser humano prioriza sus valores en un orden menos material, menos individual,
menos egocéntrico.
¿Se acerca
esta definición de éxito a una meta espiritual?
Por
supuesto que sí.
Pero no una
direccionada hacia determinada religión. Más bien utilizando cualesquiera de
las religiones y creencias espirituales del hombre.
Los
inmigrantes en los Estados Unidos y aquí mismo en Oklahoma, tenemos muchos
ejemplos de personajes que aparentemente han alcanzado el éxito y otros tantos
que van en camino hacia él. “Éxito” que es potencializado, maquillado y
cubierto de medias verdades y muchos filtros en las redes sociales.
Un éxito
que hoy es rabiosamente contabilizado en “likes” o seguidores y que muchas
veces son logrados con contenidos desnudos de moral, cubiertos de violencia
verbal o amenazas reales, de odios escondidos y a flor de piel.
Ingredientes
muy poco honorables, pero infaltables a la hora de buscar la fama efímera de
las redes sociales….
Más que en
cuentas bancarias o cuentas del Twitter, el éxito se contabiliza en la cantidad
de amigos reales con las que uno cuenta. Reales, verdaderos, capaces de defender
tus ideas y tu persona; en los logros de tus seres amados, sin importar si son diferentes
a los tuyos, en el número de noches en las que has ido a dormir en paz contigo
mismo y con esos amigos reales, qué en verdad son muy pocos.
El éxito es,
además, y por sobre todas las cosas, algo muy relativo.
Alcanza el
éxito el que consigue algo para comer hoy y el que reparte lo suyo entre tantos
sin comida, el que tiene un cuarto de hotel para esta fría noche y el que
enseña a todos fotos de su mansión en el Facebook, el que llega a vivir 100
años y el que sonríe al despertar mañana.
Buena
suerte a ti, que estás comenzando el trayecto en la búsqueda del éxito.