La maldición del sillón de Pizarro
La verdad
es que nadie conoce el famoso Sillón de Pizarro, aquel que supuestamente
sostiene la humanidad del presidente del Perú. Sillón en el que se han sentado seis
presidentes en 5 años y si las cosas van a lo mejor serán Siete en seis, si, como lo pide una buen a parte de ese país, la presidente Dina Boluarte llega a
renunciar tras la muerte de casi 50 peruanos en un a espiral de violencia que ya ha
llegado a la capital peruana.
Se trata
pues de una verdadera maldición del sillón presidencial peruano, llamado así
porque el primer gobernante del Perú fue el descubridor, Francisco Pizarro.
Para
comprender, desde lejos, este récord mundial de sucesión presidencial en un
país democrático, hay que retroceder algunos años. No muchos.
Fue durante
la dictadura del Presidente Alberto Fujimori (1990-2000), cuando el Perú tomó su pasaje hacia un descalabro presidencial que no se detiene en la cantidad de
ocupantes del Palacio de Gobierno, sino además en la cantidad de mandatarios
envueltos y acusados de graves casos de corrupción que derivó en el suicidio de
uno de ellos, Alan García Pérez, la encarcelación efectiva del mismo Fujmori
(preso hasta hoy) y del recientemente depuesto Pedro Castillo por Golpista; de
una encarcelación domiciliaria de Pedro Pablo Kuczynski, de la encarcelación
efectiva y hoy pendiente de Ollanta Humala y la eterna pendiente extradición de
Alejandro Toledo.
Fujimori y
su asesor y principal cómplice, el Capitán retirado Vladimiro Montesinos,
crearon una máquina demoledora para continuar en el poder tras su auto golpe de
estado de 1992, en la que por un lado se compraron el apoyo de los medios de
comunicación -casi todos- y por otro de organizó la destrucción de raíz, de los
partidos políticos tradicionales.
Así,
partido que no se alineó con la dictadura del Fujimorismo, fue objeto de
campañas aniquiladoras de los llamados diarios Chicha y con la ayuda de los
incipientes “influencers” de la época como la propia Señorita Laura, entre
otros.
Desde
entonces, los partidos políticos no tuvieron el mismo peso en el manejo
nacional. De allí la atomización de partidos que nunca pudieron acompañar el
mandato del Poder Ejecutivo, al punto que hoy mismo, la presidenta Boluarte ha
tenido que entregarse total y abiertamente a las bancadas de la derecha, siendo
ella misma electa como una Vice Presidenta de Izquierda.
La presidenta
está en realidad sola. Nadie la apoya,
salvo quienes hasta ayer la querían vacar por una falta leve.
Y como van
las cosas y hasta que no se realicen modificaciones fundamentales a la
Constitución de 1993, por cierto de autoría fujimorista, no habrá un presidente
con respaldo parlamentario que no solamente le posibilite ser el primero en
muchos años en acabar su mandato, sino en poder realizar las reformas sociales
y económicas que son gran parte del reclamo popular de buena parte del Perú de
hoy.
Dina..mita
El apodo no
se lo puso la izquierda hoy alzada en su contra, se lo puso la ultraderecha,
aquella que sus opositores llaman la “Derecha Bruta y Achorada”, por su
supuesta extracción ultraizquierdista, por su cercanía al expresidente Pedro
Castillo y por la posibilidad de que en caso Castillo sea vacado, ella hubiera
llegado a ser la siguiente presidenta.
Pues bien,
eso pasó y hoy, ante la represión y sus consecuencias la ultraizquierda o los
Tucos o terroristas, -como los llaman sus opositores- no solo le dicen dinamita, sino otros epítetos más fuertes, como el de “Dina Asesina”
Pero el
rencor popular hacia la presidenta tiene una raíz muy explicable, desde mi
punto de vista.
Los
peruanos -una buena parte de ellos- no pueden dejar de ver y escuchar los
videos de su promesa, casi entre lágrimas; “Al presidente (Castillo) nadie lo
vaca y si el se va, yo me voy”, fue la promesa que ella hizo.
Hoy no solamente no se ha ido, sino que se ha coludido con las fuerzas de derecha más recalcitrantes del país para sostener su gobierno desde el parlamento y se dirige a la Izquierda en general como a un ente ajeno, como hablando a la vereda de enfrente. Y al pueblo que reclama, le dice no entender qué es lo que piden.
La presidenta Boluarte ha cambiado de bando a los ojos del pueblo reclamante. Ve en ella a una traidora y a su vez la primera mujer mandataria del Perú no ha tenido la delicadeza de madre y mujer, de dirigirse al pueblo para dar explicaciones de tanta sangre derramada en su mandato, sino que ha enviado al beligerante Primer Ministro que solo ha prometido más represión.
Por eso es por
lo que, de los puntos planteados por los manifestantes, Nueva Constitución,
Cierre del Congreso y liberación del Expresidente Castillo, el de la renuncia
de la presidente es el más inmediato y políticamente factible y necesario.
Con eso se
bajarían muchos grados del calor de la contienda y eligiendo un candidato de
consenso en el Parlamento -el Séptimo presidente en seis años- se podría conseguir
una tregua real y duradera hasta que llegue el octavo, antes de fin del 2023.